Se descolgó por fin la exhibición de Generoso Villarreal en la sala Generadores de CONARTE en el parque fundidora y después de tanto mareo no está mal reflexionar sobre qué ganamos con tantas vueltas en lo mismo; el plural lo utilizo deliberadamente porque los espacios de CONARTE son -siempre vale la pena recordarlo- fundados con recursos públicos. Esto quiere decir que cuando se monta una exhibición de un artista vivo y activo en el mercado del arte local en un espacio institucional fundado con el erario se está participando, se lo quiera o no, de una estrategia en el mercado. Las obras de arte exhibidas suben de precio y de valor cultural. Montar un artista en un espacio de CONARTE significa una apuesta clara, se está diciendo “En esta ciudad éste es nuestro valor artístico, financiero y cultural en el arte. Esto que ven nos representa, nos enorgullece, nos enriquece, etcétera.” Melissa Segura, secretaria técnica de CONARTE, fue muy precisa en la rueda de prensa, “Es una exposición monumental y muy impresionante en el aspecto visual,” así como preciso fue también el curador Marco Granados, “Óptiko Hipnótiko estamos convencidos que les va a encantar, es fácil de leer y lo que pretendemos es que venga un gran número de visitantes y aprovechar el periodo vacacional que se avecina.” (Sic.) No hubo más qué decir. La exhibición de Generoso Villarreal, a diferencia de las otras recientes exposiciones en CONARTE -Picasso, Siqueiros, la bienal FEMSA o Julio Galán-, no ha representado ningún contenido intelectual y su valor artístico ha sido exactamente igual a cero.
Lo más interesante en la ciudad en materia de arte sucede sin duda alguna en el par de galerías habituales, Alternativa 11 y Emma Molina, pero con mucho y sobre todo lo más aventurado, excitante y propositivo tiene lugar en los espacios independientes. Este hecho nos quedó claro a todos desde las actividades de zona pre-MACO (un gran esfuerzo orquestado para unir en una actividad todas las galerías de la ciudad junto con los espacios independientes y la Escuela Adolfo Prieto; conjugación instrumentada mediante el Patronato de Arte Contemporáneo, los nombres centrales de Mariana Munguía y Verónica González; un esfuerzo concentrado que no tiene ninguna especie de precedente en la ciudad).
Hace un par de semanas en uno de dichos espacios independientes (No Automático), se presentó Rafael Casas-Garza con el trabajo Lo vulnerable de las formas, un ensayo sobre la composición resuelto con muy pocos recursos en el estilo habitual en el que Rafa resuelve sus complicados procesos lógicos de maneras extremadamente económicas. Dentro de la sala una serie de paneles cubrieron el piso de manera que algunas partes de los mosaicos quedaban expuestos, unas piedrecillas arenosas se encontraban en algunas secciones que con el tránsito natural de los visitantes dejaron su huella pictórica. En un muro, con una escritura discreta, se podía leer la palabra Composición. Con esta sencilla manera y dinámica se presenta una idea de la composición en el arte, concepto fundamental en la historia de la pintura que dentro del arte conceptual, por lo menos en el de Casas-Garza, se manifiesta como un ejercicio de síntesis y ésta es una de las marcas más interesantes de su trabajo, como también uno de sus más claros arrebatos: en la segunda sala del No Automático nos encontrábamos con una revisión de las exposiciones de este mismo espacio donde Rafael hizo un repaso de cómo los exiguos límites de lo compositivo están siempre en juego, pero esta revisión era ya redundante. El precio de ser sintético a propósito de mecanismos complejos se deduce de una dificultad para saber cuándo detenerse, el difícil equilibrio sobre el principio estético de que menos es más.
La semana pasada en el mismo No Automático se presentó la exposición de Angélica Piedrahita y Eliseo Ortiz: Tecnologías para una educación visual. La pesadilla del crítico de arte contemporáneo es tratar de describir con efectividad las obras sin ser aburrido y esta es una posible razón para nuestro franco peligro de extinción, como mejor puedo describirlo lo que sucedió es esto: De Eliseo Ortiz dos proyectores de film en 16 mm montados contiguos, uno con una cinta translúcida roja sobre la lente y el otro con una cinta azul proyectaron sobre el muro una recreación de la entrevista que se hace como requisito de nacionalización en los EUA. El efecto de la película proyectada era el de la tercera dimensión y para ello había junto a un formato de Visa unos lentes de cartón de los de antes en los que un ojo es color rojo y el otro azul, impresos con la bandera americana. Sobre otro muro una lista de las preguntas para el requisito, What are two cabinet level positions? What does the President’s cabinet do? When must all men register for the selective service? etc; la exhibición en su conjunto, con el sonido alucinante y encantador de los proyectores, el artificio de la tercera dimensión, dejaron claro un tono de la irrealidad política tras la idea de identidad nacional, y en general del absurdo sobre el que se monta el masivo espectáculo de una serie infinita de historias personales que se las arregla para hacérselas y sobrevivir en una burocratización de la existencia. La pieza de Piedrahita -con cuya reciente migración a esta ciudad ganamos todos- es no menos elegante ni menos compleja además de coherente con el tema de Eliseo, pero lo que más podría interesar es que su manera de tratar el tema y la narrativa del propio tema son idénticos entre sí, mutuamente expresivos, y en ello va la elocuencia de una distancia crítica. Se trata de un proyecto que ha venido trabajando de años, y ella aclara que se trata de un trabajo en proceso -y cuánta claridad tendríamos todos si entendiéramos que todo en todo caso se trata siempre del infinito proyecto de uno mismo-; años interesada en la técnica de la estereoscopía, una técnica para ver fotografías dobles por medio de unas lentes aumentadas, un efecto de tridimensionalidad y detalle, un efecto de realidad. Las fotografías sobre las que se solía usar el estereoscopio eran precisamente Tecnologías para una educación visual, imágenes de prácticas propias de sociedades ajenas a los Estados Unidos que tienen muy poco de inocentes en una estrategia antropológica y turística por igual, la problemática vecindad de ambos campos es exactamente el punto que Angélica trata de enfocar. A partir de las mismas imágenes del estereoscopio, Piedrahita realizó un montaje, una especie de diorama que podía también ser observado con las mismas gafas rojo y azul de tercera dimensión. El solo hecho de usar estos anacrónicos lentes es ya de por sí un comentario sobre la realidad política que exhiben con tan buen sentido del humor y sin rastro de cinismo tanto Piedrahita como Eliseo.
Hay buenas noticias: un nuevo espacio independiente, el Taller, a cargo de Alejandro Gómez y Nico de León, realizó su segunda exposición. Episódico, una exposición colectiva de alumnos de la Facultad de Artes Visuales de la UANL cuyo tema central fue la nostalgia y las maneras de recordar.[1] Una pieza por ejemplo, de Javier Arizpe, cuatro máquinas de escribir dispuestas con un juego de sombreros para que los visitantes pudieran sentarse y dejar registro escrito de sus pensamientos, juegos y paso, otros de los participantes recurrieron a la fotografía y vídeo por la natural consecuencia de que la memoria es esencialmente fotosensible.
La exhibición tuvo como adorno dos invitados aun jóvenes pero ya experimentados y afilados en la factura de un concepto (Alejandro Zertuche y Adrián Dávila). Ahora bien, ¿por qué una generación de jóvenes va a interesarse por la nostalgia como tema? Es una pregunta significativa e importante porque se trata de un fenómeno. El sólo número de artistas jóvenes interesados en el tema no puede ser accidental, y el fenómeno es sin duda indicador de dos cosas como mínimo: primera, es expresivo de las relaciones entre los jóvenes artistas con respecto a la historia del arte, es decir, del universo de herramientas para la subjetividad que produce la práctica artística y cómo se sitúan los que ahora entran a ella. Segunda: un síntoma de las posibilidades de realidad de una sociedad. ¿Síntoma de qué?
Las últimas tres exposiciones en el Espacio en Blanco tuvieron en común justamente el tema de la nostalgia, la melancolía y la memoria, y tuvieron en común también que fueron responsabilidad de jóvenes artistas, menores de 25 años. La primera, ya comentada aquí, de Elena Páez; la segunda, Siempreviva de Kary Domínguez, un ejercicio sobre el acto del recuerdo con el objeto central de la casa de su abuela. Es una experiencia netamente arquitectónica visitar los lugares de la infancia, porque el cuerpo de nuestra experiencia, el cuerpo propio, ha cambiado sus tamaños y los espacios se revelan una nueva dimensión. Para Kary esta dimensión es el tiempo de la preservación: se ha encontrado con que los recibos del teléfono siguen llegando y los ha puesto sobre la mesa al lado de cientos de siemprevivas, las flores que ocultan su degradación perdiendo la humedad. Colgadas en las paredes fotografías con leyendas à la close caption, fotografías de la casa naturalmente, y fotografías familiares transferidas sobre acrílicos una y otra vez hasta que empiezan a perder definición. Kary puso mucha atención al paso del tiempo y a las estrategias y mecanismos tanto personales como sociales para la permanencia. El paso del tiempo es la degradación de una imagen, el olvido es el desgaste de la impresión de la luz. Sí. Pero hay algo más, en la atención al cómo iba a presentarse dicho desgaste y resistencia lo que importa es que la artista se ha esforzado por encontrar el formato adecuado, es decir que la memoria es esencialmente una cuestión de formato, de forma. No existe el recuerdo sin una mecánica de la forma, y la nostalgia es la técnica industriosa del degradado procedimiento.
La última de esta serie de exhibiciones en Espacio en Blanco, Memoria de lo que queda de Teresa Galán, toca el sensible tema de los desaparecidos, los secuestrados, los que no han sido vueltos a ver. Teresa Galán se ha centrado pues en la ausencia. El gran tema. La serie denominada Ausencia, presenta fotografías de lugares que solían ser habitados, vistos desde un marco que nos permite verlos a medias y repetidas, reimpresas, en serie. ¿Qué es La ausencia? es la repetición de un lugar vacío.
Tal vez la nostalgia sea ahora un tema que concierne a los jóvenes porque su futuro es brutalmente incierto, en todo caso el porqué los jóvenes artistas se concentran ahora en la nostalgia es una pregunta que debe ser investigada a profundidad, por lo pronto la soberana legitimidad de sus estrategias consiste en que ellos no están esperando a que les den una respuesta para tomar cartas en el asunto y que lo hagan en espacios independientes es un principio claro de resistencia.
Erick Vázquez
[1] De su propia descripción: La memoria episódica fue definida por el neuroscientista Endel Tulving como “la memoria de experiencias personales específicas”, tiene gran interferencia y olvido, retiene información aprendida sin capacidad interferencial y retiene eventos. (Sic.)
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