La historia de los perros dentro de toda la tradición pictórica occidental la podemos resumir en dos plumazos, desde su función como cazadores en los frescos y mosaicos de la antigua Roma, durante toda la Edad Media, y hasta bien entrado el siglo XIX, el estudio de la forma Canis lupus familiaris se reduce a unas cuantas apariciones como parte de la ornamentación en la corte real. El siglo XIX se pone más interesante, algún adorno para algún representante de la burguesía en Sir Joshua Reynolds, y sobre todo los hermosos perros de John Singer Sargent, pero para todo su encanto y lo atento de su observación a extremidades y pelaje permanecen como un elemento más de clase.

Las más que honrosas excepciones provienen, por supuesto, de Goya y Turner. La razón para esta aparatosa omisión de un personaje omnipresente en la vida cotidiana es simple: Si Goya y Turner pudieron retratar con mayor gracia y profundidad la forma canina es precisamente porque no se dejaron impresionar por las personalidades de los ricos, por el pomposo encanto de la burguesía ni de la realeza, así como tampoco se dejaron intimidar por los cuentos de la salvación del alma de la iglesia. Para un verdadero pintor todo es forma, no importan clase social ni creencia espiritual, antes bien para el ojo entrenado se revelan con claridad las miserias y en ese paganismo radical retozan y vagabundean los perros de Gerardo Monsiváis.
Por supuesto, el naturalismo de Gerardo es todo menos inocente, es cínico. En su raíz griega “cínico” se traduce al castellano literalmente como “perruno”, y ese es el título que adoptaron los filósofos vagabundos más radicales, los que no respetaban ley ni religión y escandalizaban la vieja Atenas reflejando con su conducta lo absurdo, lo cruel, lo ridículo de las convenciones humanas.

Los perros de Gerardo son callejeros, en parte porque a Gerardo le interesa mucho la ciudad y el perro callejero es ese héroe anónimo de aventuras inauditas, testigo de la vida de una sociedad en toda su complejidad. Un perro callejero es además la figura del abandono y la resistencia, y un signo claro de que el precio de la domesticación es muy alto, entre los perros de Gerardo serán más impresionantes los sarnosos, callejeros, buscando en la noche, pero también tiene el ojo para retratar la empatía y la elegancia caninas, el misterio de sus intraducibles pensamientos y lo chistoso de sus circulares reflexiones.

Erick Vázquez