Esta es la segunda curaduría que presenta Sara Lopez en la Casa de la Cultura y vaya que las cosas han cambiado desde la anterior el año pasado, una revoltura cuyo único hilo conductor era la escasa relación con el espacio en el que exponían. Esta vez sí hay una intención de fondo, por lo menos formal, en lo que se refiere a una manera de entender la pintura como el resultado de un proceso más amplio, y Sara con esto ha demostrado que entiende muy bien -tanto o mejor que una curadora foránea invitada como había sido el procedimiento hasta ahora- el mecanismo interno que puede unir a diversos artistas de la localidad, la cual es precisamente una función de la Casa de la cultura.
Este mecanismo interno se traduce aquí en una honesta, candorosa relación entre la pintura de un cuadro y lo que sucede en un pintor en el proceso de pintarlo, es decir, lo que pasa cuando un pintor travesea con el video, lo que pasa cuando un pintor brinca a una instalación.
En la primera sala Cecilia Martinez hizo un par de instalaciones que reflejan la candidez sencillamente desarmante de sus cuadros. ¿A quién no le impresionan los monstruos? ¿A quién no le impresionan Godzilla y King Kong? Pero los monstruos de Cecilia no son el terror del ciudadano que ve con alegría mal disimulada su ciudad pisoteada por un gigante incomprensible e incomprendido, son los monstruos que uno quiere agarrar para jugar, y este es un encantador giro del humor que compensa con mucho la escasa variación de su tema.
Entre el primero y el segundo piso hay también un par de proyecciones de Gerardo Monsivais y Gabriel Garza que son interesantes en que demuestran cómo el video en sus manos se comporta exactamente como si la pintura pudiese ser ligeramente móvil, de qué otra forma habría de ser, pero dan una pista y muy buena de lo que la imagen fija de estos pintores quiere decir en el conjunto de sus trayectorias.
Sorprendentemente, la curadora incluyó a Karen Reyes -“sorprendentemente” porque es mucho más joven que el resto de los artistas y con una trayectoria prácticamente inexistente-. Ese tipo de riesgos son más bien para la artista que para el espacio, que la Casa de la cultura al fin para eso es, para ponerla en duda. Creo entender la hazaña curatorial por que es una artista promisoria, lo curioso con Karen es que, para toda su habilidad en los acabados con pincel, sus bocetos y hojas de trabajo son mucho más interesantes que sus cuadros terminados y eso no suele pasar, y tal vez no debería, porque es el signo de una incomprensión del proceso personal de la invención, por otro lado tal vez sea una maña personal mía encontrar mayor satisfacción en la estimulación intelectual y el movimiento formal que en el placer visual ante la destreza manual.
La exposición permanece hasta el 09 de julio, y si a uno le interesa el arte es una exposición que puede dar qué pensar, cosa que en la Casa de la cultura no pasa tan seguido como debería dado el título que decimonónicamente ostenta. Esta exposición tiene la virtud de trabajar como un muestrario en miniatura de cómo se entiende el arte en esta provincia alejada de la mano de Dios: La referencia fundamental para entender el arte en Monterrey es algo que se puede colgar en la pared, ya sea que su sentido se extienda a una invención en una mesa o una proyección, el objeto residual es algo que se puede enmarcar o colgar. En el caso de la obra en tres dimensiones el resultado no es muy distinto.
Erick Vázquez
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