El Museo MARCO reabrió sus puertas después de un largo suspenso requerido por la pandemia con una exposición que revisa poco más de dos décadas en la producción de Mario García Torres. Las influencias de García Torres provienen de un tipo de arte que en los 90 se reconocía bajo la ya en desuso etiqueta de postmodernismo, una cierta estrategia que se toma a broma la propia historia y sentido del arte, una especie de inside joke, chiste local. Este tipo de discurso ha venido a ser el objetivo predilecto de una crítica conservadora que cataloga toda expresión contemporánea como un fraude, reacción comprensible dada la especulación intelectual que toda inside joke implica. La crítica conservadora, ofendida por una actitud que rehúsa venerar el templo sacro del arte, pierde de vista que en la modernidad el arte se ocupa del arte en un discurso que reflexiona sobre su propia naturaleza histórica en un giro irónico, como lo haría cualquier filósofo estructuralista procediendo sobre la naturaleza de su mismo oficio; este tipo de libertad es el que Mario García Torres defiende, y que a lo largo de un trabajo sostenido ha devenido ya una postura desgastada.

Por las salas del museo transita una botarga de Xoco. Es un encanto tener una obra viva que deambula libremente por las salas, las botargas logran convencernos sin mucho esfuerzo que la realidad es dudosa, y es en la ficción de Xoco en donde la poética y la miga teórica de Mario se encuentra desplegada sin timidez. La historia que da origen a la botarga se encuentra en el libro de Xoco, el niño al que le gustaba estar aburrido, escrito por García Torres e ilustrado con aguadas de Tomoko Hirasaua. La edición tiene el formato de un libro para niños, una sola frase ocupa una sola imagen. En la historia Xoco aburrido hojea un libro de texto hasta que se topa con una hoja en blanco, y se concentra tanto en ésta que de repente sintió como si hubiera dado un salto y hubiera entrado dentro de ese enorme espacio, dentro de esa blancura no había nada más que el horizonte, la hermosa línea que divide el cielo de la tierra, y mientras recordaba cosas que su padre le había leído la noche anterior Xoco empezó a ver otras cosas dentro de la nada, descubriendo con la ayuda de una vieja y cálida voz que una página en blanco es donde las fantasías parecen realidad, sorprendido ante la revelación de que cuando estás realmente aburrido un espacio blanco aparece ante ti, y finalmente concluyendo en una frase que sintetiza toda la producción del propio Mario García Torres: si ves dos imágenes que se convierten en una nueva, ¡entonces esa es una idea nueva!… hay millones de ideas nuevas a nuestro alrededor, todo lo que tienes que hacer es tomarlas. Esto es pensar, Xoco exclamó con confianza… El libro de Xoco es luego un modesto gesto autobiográfico del transcurso intelectual del artista. Pero Xoco y Mario, emocionados por la revelación de que la imaginación es un proceso de síntesis, se equivocan en su conclusión. Unir dos ideas para producir una tercera no es pensar, el pensamiento es el proceso del juicio, es decir, de una conclusión crítica sobre lo percibido por los sentidos, y es justamente esta ausencia crítica en el proceso conceptual de Mario García Torres la que vuelve su trabajo usualmente decepcionante a pesar de los cuidados que se toma con la forma.

El libro, adaptado en un video, está narrado en japonés para hacer la de otra manera inimaginable relación con la técnica del Zen del cómo el Todo se concentra en la Nada; inimaginable pues el camino del Zen es el de la contradicción necesaria que fractura la lógica desde el interior y en la poética de Mario no hay contradicción alguna, es un artista sin tensiones internas lo cual no sería ningún problema si no fuera porque las sugiere para agregarle una supuesta profundidad a sus temas. Es lo que sucede en videos como Falling togethter in time en el que Mario afirma, en la misma inspiración autobiográfica, buscar coincidencias. En el video se nos muestra cómo Mario quiere creer que la vida tiene mucho más de lo que vemos. Cómo hay redes que se encuentran y saludan todo el tiempo. Y se imagina a Eddie Van Halen, David Lee Roth y Muhammad Alí cayendo juntos con él en el tiempo …se sentía como en un túnel donde diferentes épocas podían existir. Siempre que alguien dice que “debe haber algo más que esto que vemos” me recuerdo que no todo mundo tiene un sentido de la literatura, de la biología y de la Física moderna, que no todo mundo está enterado que el tiempo no es una línea cronológica sino una dimensión. En la “voz en off” de Falling togethter in time el artista se encuentra sorprendido ante la anécdota de que durante un tráfico detenido en una autopista estadounidense un chofer de tráiler llamó a la estación de radio para pedir Jump de Van Halen, sin saber que el tráfico estaba detenido justamente porque una persona sobre un puente amenazaba con saltar y en el momento preciso cuando le pusieron su canción al trailero la persona sobre el puente decidió saltar.

El artista alude al concepto de sincronicidad de Carl Jung. Para Jung las coincidencias efectivamente no existían, para cualquier buen psicoanalista las coincidencias son la imagen reconocible del síntoma, pero Jung, en un giro infeliz de su carrera, llegó a confundir lo simbólico con la clarividencia y lo chocarrero, y en esa misma confusión Falling togethter in time se distingue a duras penas de un programa del E! Entertainment de principios del presente siglo, en una estrategia propia de Mario para decirnos que es en la cultura popular y en particular en la televisión y los videos musicales en donde podemos leer las claves de la existencia contemporánea, y resulta muy entretenido y chistoso. Claro, un artista sin sentido del humor es una contradicción entre los términos, pero una cosa es el sentido del humor y otra contar chistes, el sentido del humor es el efecto de una comprensión crítica de la realidad, y esto es cierto tanto para Mark Twain como para Dave Chappelle. El sentido del humor de Mario, rematado con una reproducción a escala del anuncio frontal del Kokoloko es una derrota cínica y obcecada que a la luz de las condiciones contemporáneas, es decir, las de un planeta cada vez más caliente y una pandemia global, resulta una lucha frívola y una retirada más que una conquista. La cultura popular se merece la atención que Mario le presta, y el arte por el arte es un tema que tal vez aún no se haya agotado, pero mientras esta atención no venga acompañada de una autocrítica antes que de una autocomplacencia seguirá siendo un humorismo con fecha de caducidad muy corta.

La carta al Dr Atl es de las pocas obras -junto con Las variables dimensiones del arte y Exploración botánica– dentro de la exposición en donde el artista es franco respecto a su relación con el arte, es decir, sin estrategias humorísticas innecesarias, y es sin lugar a dudas el tipo de trabajo de Mario que mejor se sostiene ante el paso del tiempo en tanto es crítico respecto a una situación de política cultural en un reclamo auténtico de los aspectos que ama del arte y la cultura, es decir, del cómo el arte sintetiza la realidad en un encuadre.
Resulta por lo tanto algo anticlimático volver al museo después de esta angustiante espera, la relación entre la obra de un artista con la región que se demuestra exigua en una realidad que muy pocos comparten, en una cultura popular que el presente exhibe insuficiente para pensar y comprender un contexto que exige resistencia.
Erick Vázquez

El problema con tu comentario es que refleja lo mismo que acusa. Te explico: tu rabia te lleva a creer que entiendes y puedes criticar el trabajo de un crítico como yo, y es obvio que tu intención es parecer una reivindicadora justiciera, pero al final es evidente que sólo estás llena de rencor y tirria ante un intelecto al que no puedes acceder, y por eso tu comentario no puede ser más que un arañazo verdulero. Viste? Es exactamente lo mismo y es igual de acertado, es decir, un juicio impreciso y prescindible, porque es genérico. Normalmente recibo mensajes que son exactamente iguales a este, anónimos y genéricos, poco interesantes más allá de lo sintomáticos que resultan, pero como el tuyo por lo menos está firmado con nombre y apellido quise responderlo para variar. Un comentario que de verdad acuse lo que intentaste hacer es preciso acerca de algún fragmento del texto que pretendes criticar, para por lo menos reflejar que comprendiste lo que leíste. Lo puedes intentar de nuevo en próximas publicaciones pero sólo tienes un intento más, después de eso game over.
Qué vergüenza que el resentimiento social lleve al autor a creer que entiende y puede criticar el trabajo de un artista de esta talla. Es obvio que la intención es parecer un agitador revolucionario, pero al final es evidente que el autor solo esta lleno de rencor y tirria ante lo que es mayor y le niega el acceso a él.
Por eso esto nunca sera más que un blog de abarrotería de la esquina.