Se celebró la primera Feria de Arte Mexicano Accesible y muchos en la ciudad respiramos satisfechos después de un largamente contenido jesús en la boca. La apuesta por un formato en el que los artistas se hacen cargo de su propia obra era grande y arriesgada, además de una subrepticia -y tal vez esperable- oposición, misma en todo caso injustificada: los objetivos de la feria fueron expandir el mercado, estimular nuevos compradores y presentar artistas emergentes a los coleccionistas ya experimentados, estrategia que desde cualquier punto de vista posible es ventajosa para todas las áreas de la producción, difusión y hasta la probable investigación de las artes. Se trata de un evento que en términos económicos está en condiciones de hacer suficientes olas para que la comunidad entera se beneficie de una u otra manera, la marea levanta todos los barcos. Es necesario subrayar que se trata de una apuesta por el coleccionismo en la ciudad más difícil del país, y que son muy buenas noticias para que la actual ebullición no se disipe en una migración o en un decaimiento de la producción artística, una plataforma económica incluyente que aglutine un sistema es precisamente lo que ha hecho falta.
El formato de FAMA consiste en una convocatoria abierta, y para esta primera ocasión se tamizó mediante un jurado conformado por una académica sólida como la curadora y editora Ariadna Ramonetti, un curador con años de experiencia como Gonzalo Ortega, un artista de larga trayectoria como Rubén Gutiérrez, Zazil Barba, artista y fundadora de Salón ACME, y Abril Zales quien tiene un original perfil como fundadora y directora de un espacio independiente (La Cresta), una experiencia en coordinación dentro del PAC, y una visión curatorial que desarrolla alrededor de un concepto del cuerpo. El modelo de la feria ofrece dos formatos de participación: una cuota por el booth o un porcentaje de las ventas, lo que permite que artistas en un muy amplio espectro de trayectoria y recursos puedan participar, la ventaja claramente es para los locales que no tendrían que trasladarse.
Hay un interés personal por parte de Catalina Escamilla y Rodrigo Odriozola por apoyar un talento que empieza y hacerlo llegar a un cliente, por fortalecer a la ciudad como un centro de gravedad que permita orbitar sostenidamente las diferentes manifestaciones del arte a mediano y largo plazo, incluyendo las de un arte más arriesgado. Involucrar los espacios independientes es una táctica congruente con dicho interés, en la comprensión de que dichas iniciativas son claves en el desarrollo de las artes. El Espacio en Blanco de Ana Cadena participó con una mesa de discusión acerca de las implicaciones ideológicas de la urbanización contemporánea, No Automático, a cargo de Eliud Nava, se encargó de la gestión de una serie de performances y charlas sobre coleccionismo, en este último tema también participó LarSchool, el proyecto de Catalina Restrepo junto con la revista LarMagazine.
El formato resultó exitoso. Se esperaban 1500 visitantes y llegaron cerca de 2500. El 100% de los compradores fueron del Estado de Nuevo León y las ciudades aledañas como Saltillo, el 15% de los asistentes compró obra. Estas cifras resultan sorprendentes para una feria en su primera edición.
Hubo un par de casos afortunados de artistas emergentes que vale la pena mencionar. Georgia Durán, con un trabajo de pulcro bordado pensado alrededor del Wabi-Sabi, una filosofía japonesa de la imperfección que comprende las grietas accidentales, las contingencias deshilachadas de los planes que hacemos y son considerados en occidente indeseables, considerados como la parte esencial de una existencia incalculable y por lo tanto hermosos.

El trabajo de Carlos Lara es todo un cuerpo de trabajo alrededor de los conceptos fundamentales de la mitología regiomontana, trabajo y ahorro. Carlos logró sintetizar en una serie de grabados sobre la placa conmemorativa de Eugenio Garza Sada la historia de su familia como un modelo de la historia ideológica de la ciudad, y de la crisis de la misma. El hecho de que Carlos haya podido colocar sus piezas -que se inscriben de lleno en la tradición del arte conceptual- con coleccionistas herederos de la propia familia Garza Sada es una confirmación de que el modelo de la feria, con su dinámica en la que los clientes reciben toda la información posible de parte de los mismos creadores, ofrece oportunidades que rebasan las expectativas meramente comerciales.
La posibilidad de crear nuevos públicos, familias con todo y perros, el aspecto no menor de la estrategia de un ambiente relajado, divertido y sorprendente al armar el escenario dentro del estacionamiento subterráneo de Parque Arboleda son unas entre las varias razones que permiten leer aquí y de mi parte una nota de desmesurado optimismo, porque he aprendido que si en algo podemos confiar es en la solidez de la burguesía regiomontana, y porque si en otros momentos hubo en la ciudad un movimiento importante de producción artística que no pudo sostenerse a largo plazo fue a falta de iniciativas inteligentes como esta.
Me agradó mucho leer tu reseña y opinión, la comparto. Me pareció muy afortunada esta declaración: «Se trata de un evento que en términos económicos está en condiciones de hacer suficientes olas para que la comunidad entera se beneficie de una u otra manera, la marea levanta todos los barcos».
Coincido con tu punto de vista que hacía falta «una plataforma económica incluyente que aglutine un sistema es precisamente lo que ha hecho falta». Y por último, como petición: ¿tienes algún pensamiento por ahí que detalle un poco más este concepto de la «aglutinación del sistema»? Me dejó intrigado.