El pasado cinco de noviembre se presentaron las sonatas para violín y piano Op. 12 (#1,2, 3) y Op. 96 (#10) de Ludwig Van Beethoven en el Centro de las Artes del CONARTE bajo el violín de Juanmanuel Flores y el piano de Noé Macías. Es la primera sesión de tres para tocar las diez sonatas a dúo que Beethoven compuso y que si bien no fue su formato más explorado -respecto a las sonatas para solo piano por ejemplo- abarcan los periodos temprano y maduro de su obra en una clara imagen de cómo fue progresando su concepto de sonata a dos instrumentos, así como de la sonata en general y del concepto de acompañamiento para la historia de la música.
Antes de este concierto estas sonatas me eran desconocidas y es una gran oportunidad poder escucharlas al hilo en una temporada para además del placer obtener una perspectiva. Las sonatas para piano y violín de Beethoven son una puerta para comprender al compositor en una de sus caras más cristalinas, justamente por que la articulación entre piano y violín obliga a una simetría, a un juego de espejo que resulta en un espacio acústico de mayor comprensibilidad para la escucha.
Las tres primeras agrupadas bajo el Op 12 -dedicadas a su maestro Antonio Salieri, maestro también de Schubert y Liszt- son bastante circulares, retoman el tema principal una y otra vez después de una serie de variaciones, lo cual las inscribe de lleno en la tradición clásica de Mozart y Haydn. En efecto, las sonatas para violín y piano están presentes en la obra de Bach y Haydn y abundan en la de Mozart, pero ya sea que Beethoven se propusiera ser diferente a toda costa, ya sea que lo fuera incluso sin proponérselo, desde las primeras fuertes y cortantes notas de la sonata Op. 12 #01 queda perfectamente claro que hay que poner atención porque algo está a punto de suceder y de una manera muy distinta a la de sus predecesores. Es el famoso brío de Beethoven. La primera sonata, escrita en1798, un año antes de su primera sinfonía, abre como tres y tres fuertes toquidos a la puerta, y no que Mozart no tuviera estos arrebatos (K380) sino que en Beethoven el brío está presente a todo lo largo de la obra no sólo como una articulación armónica de la sorpresa sino como un gesto convulso de su espíritu y su tiempo, y tal vez este parentesco a nivel de las notas y esta diferencia al nivel del carácter pueda servir como puente para entender las relaciones tan estrechas entre el clasicismo y el romanticismo, que entre más se observan más indistintos se confunden.
Una sonata a dos instrumentos implica la relación que pueden hacer entre ellos, en este caso y por un lado la capacidad melódica, de legato y la nota sostenida del violín contra la amplia gama armónica del piano. La relación obvia entre ambos es que se explore la melodía por un lado y la capacidad orquestal por el otro, lo cual es claro en Bach y Mozart, pero en Beethoven la sensación de no saber si de pronto uno ya está escuchando una sonata de violín acompañada de piano y luego viceversa es patente, esta confusión estructural es, discutiblemente, cada vez más intensa según nos vamos acercando hacia el final de su vida. La decisión de Juanmanuel y Noé Macías de programar en este primer concierto las tres primeras sonatas junto con la última tuvo la intención expresa de contrastar una diferencia de intención. Lo que me quedó claro es que con Beethoven no podemos hablar en los términos de una evolución, y eso puede resultar sorprendente a nuestros oídos desde que nuestra mentalidad moderna está condicionada a pensar el tiempo como una flecha hacia el progreso, tendemos a creer que las mejores obras de un artista las encontramos en su madurez. En Beethoven es imposible no escuchar desde su primera sonata ya a un artista maduro y revolucionario, con ideas ya perfectas.
La última sonata Op. 96 #10, compuesta en 1812, es decir, 84 obras y 14 años después de la primera, representa para mi limitado oído un par de misterios en relación a su reputación, porque es famosamente la más difícil de tocar para los ejecutantes pero en comparación con las primeras me pareció fácilmente percibir una mayor concentración del tema y un control más sucinto de las variaciones, lo cual se traduce en un mayor rango emocional, una mayor profundidad de ideas y sentimientos (es curioso porque en el caso de las últimas sonatas para solo piano ocurre justamente lo contrario donde las sonatas varían hasta deformarse irreconocibles y llevan al escucha a perderse en horizontes insospechados pero sostenidos en estructuras bien solidas como la fuga de la op 106, compuesta a seis años de distancia después de la última sonata para piano y violín). Es como si Beethoven en su última sonata para dúo se volviera más complejo en la partitura pero más inteligible en el oído.
Durante el recital Juanmanuel Flores nos señaló que para el 1812 Beethoven se encontraba ya perfectamente sordo, cuando estaba completamente sordo es cuando escribió sus obras más influyentes. Tal vez si algún día llegamos a descubrir todo acerca del aún completamente misterioso proceso creativo de los compositores la sordera del genio nos parezca mucho menos extraordinaria, de la misma manera que ahora no nos sorprende que un gran escritor sea sordo mudo de nacimiento, como ahora no nos sorprende un fotógrafo ciego; tal vez descubramos que fue un irreductible e inexplicable milagro neurológico de los que no dejaban de maravillar a Oliver Sacks. En todo caso la dimensión mitológica de su sordera no estorba para acceder al placer de su música y apenas lo ubica en la misma categoría de un poeta que ciego era vidente, reservando la necesidad de explicaciones, pues lo maravilloso de la música es que aunque no la entendamos la podemos discutir, y aunque no sepamos definirla nos ayuda por su lado a comprendernos.
Este miércoles 22 de noviembre en la Casa de la Cultura de Nuevo León Juanmanuel Flores y Noé Macías se presentarán de nuevo para la segunda entrega del ciclo, la cita es a las 7:30 y hay que llegar temprano y no aplaudir hasta que los músicos nos volteen a ver. Agradezco a Caleb, el autor del personaje Peatón, que asistió al concierto a la usanza romántica con un cuaderno de bocetos, por las ilustraciones de esta columna. Caleb presentará también el viernes 25 de esta misma semana una exhibición de sus últimos trabajos en la sala del Taller Vegánico, Barrio Antiguo, 8:30 pm.
Erick Vázquez