Lala Land y el género de los musicales

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El género de los musicales es un género para iniciados. A muchos les choca que de repente alguien se suelte cantando así como así, les da pena ajena, es cursi, es aburrido, y tienen razón al así juzgar: el musical es un instrumento de dominación hollywoodense, pone emociones por delante que pueden ser destructivas y esclavizantes, a Hitler le encantaba, etcétera. Quienes así piensan tienen aún más razón de la que sospechan. Si el musical es abochornante es por la sencilla razón de que hace explícito lo que debería estar oculto en primer lugar. Es decir, es obsceno. Si alguna vez quien esto lee ha visto Singing in the rain para averiguar porqué tanto alboroto se habrá llevado el chasco de su vida, es una película sin mayor chiste, a excepción de la escena que le dio el título y cuya secuencia ejemplar resume el corazón de todo musical: al final de la cita con su crush el protagonista recibe un beso en el portal, y al quedarse solo bajo la lluvia Gene Kelly empieza a cantar y a bailar, brincando por los charcos, dando piruetas por los postes de luz en la calle vacía, hasta que llega el policía y con una mirada regresa todo al silencio. No se trata de que en realidad el hombre se haya soltado a cantar y a bailar con la gracia y desenvoltura de un profesional, la escena meramente está haciendo explícito lo que sucedía al interior del cuerpo de un enamorado que se vio repentinamente correspondido, el policía representa la realidad, donde nunca nadie canta ni baila por temor al ridículo. Otra escena reveladora de esta naturaleza groseramente invertida sucede en The Sound of Music: Fräulein María les ha enseñado a los hijos del capitán Von Trapp a cantar y a bailar por toda Viena, y resulta que estos niños reprimidos y huérfanos de amor y madre cantan desde la primera nota como los propios ángeles. Cuando el capitán vuelve a casa escucha a los niños desde lo lejos y escucha lo que en realidad debe haber sonado todo el tiempo sin la complicidad nuestra: un montón de niños gritoneando desentonados. El capitán no puede escuchar la melodía angelical que los niños y nosotros percibimos porque el militar hombrezote se encontraba silente en su renuncia a las emociones. Por eso el amor es el objeto natural de todo musical como en Lala Land, porque nada como el amor para violentar nuestras relaciones entre el yo y el exterior, nada como el amor para poner en crisis las fronteras entre fantasía y realidad. Por supuesto, la otra experiencia que pone a prueba estas fronteras es el dolor, como en Dancer in the dark que como es una tragedia en plena forma levantó menos cejas que una historia de amor, porque ésta última sí no debe mostrarse, porque a nadie le importa, porque es más fácil aceptar el sufrimiento en una bien poca cantarina soledad que aceptar la fragilidad de amar y ser amados. La lección de Lala Land hacia el final es la moraleja de quien ya no es joven, es decir, que el amor siempre llega a destiempo, que siempre aprendemos la lección hasta que ya es demasiado tarde para hacer nada al respecto, y que tal vez justamente por eso podemos volver intentarlo, una y otra vez, como una canción.

Erick Vázquez

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