En el norte no tenemos una noción muy fina de la historia porque nunca nos ha sido muy útil, y francamente esa desfachatez la encuentro refrescante desde que insoportable hubiese sido un proyecto de mural que pretendiera tomar en cuenta que estamos en México, cuyo único lugar en la historia universal del arte se debe a un movimiento muralista. Podemos respirar tranquilos, a los grafiteros no les importa el pasado ni el futuro, les importa la escritura. La escritura del Blast, por ejemplo, es un caso muy interesante en lo que respecta al estudio del pasado en el presente porque su estudio de la forma arcaica se suma a la escritura de la calle con elegante sencillez, como discreta. Ahora bien, hay un pequeño escándalo en torno a este mural del túnel de la loma larga, comisionado por Mauricio Fernández al Dr. Lakra. El Frente Nacional de la Familia se quejó porque afirma que los niños se asustan con las figuras, pero no cita ninguna opinión de ningún niño, lo cual sitúa la credibilidad del FNF dentro de todos aquellos que afirman saber lo que es la infancia; por otro lado la defensa de Mauricio Fernández es que se trata del mural más grande de México, lo cual nos posiciona preponderantes en la misma categoría de la carne asada más grande del mundo celebrada cada año en el parque Fundidora. Lo interesante de este proyecto es que se trata un artista del grafitti que se mueve entre el arte callejero y el arte mainstream, que a su vez convoca a otros artistas (Blast, Hommie, Banger, Beo Hake y Eskat) a hacer un mural por comisión, con permiso, pues. ¿Qué sucede cuando el grafitti negocia con la institución? En este caso no sucedió lo peor, es decir, una escritura domesticada que refleja los valores conservadores; no sucedió tampoco lo ideal, que es que el grafitti logre conservar su espíritu marginal incluso dentro de la ley; lo que finalmente sucedió es lo que sucede siempre que se comisiona una obra de arte en sitio y el artista no investiga el contexto: nada. Tal como sucedió con la Lagartera de Toledo, no importa cuan internacional sea la estatura del artista, si no tiene consecuencias para la sociedad en la que se inserta la obra no pasa de ser un evento de una eventual polémica estéril. Lo que el Dr. Lakra no tomó en cuenta es que la ciudad que intervino es muy difícil de superar en términos de arte chocante, bastaba darse una vuelta por el corredor de las esculturas para darse cuenta que tenemos un estómago de acero unido a una incapacidad congénita para la indignación, no advirtió que una ciudad fundamentalmente hipócrita es virtualmente imposible de impresionar. Entre la costumbre a un arte público insultante y una moral laxa una intervención estética de orden urbano tiene muy poco margen de éxito a no ser que se reduzca al ornamento, y en esto, con el tiempo, el mural afortunadamente para todos devendrá.
Erick Vázquez